de "Diario de un Malkavian", cap. 13.
<< (...) Lo más divertido es ver a esos pobres diablos retorcerse en su ignorancia. Su último aliento convertido en mueca de terror y de incomprensión. Si ellos supieran. En ocasiones les libero por placer, sin convertirlos. Disfruto viendo cómo mueren: la tortura es la más fina forma de arte. Resulta oscuramente placentero ver toda esa vitae derramarse y poder permitirte no aprovecharla; es una poderosa expresión de poder, de control. (...) Personalmente, solo me alimento de religiosos, aunque empieza a aburrirme no encontrar ninguno agradecido a que le mande a ese paraiso supraterreno con el que sueñan. ¿Quizás sepan la verdadera naturaleza vengativa de ese dios al que laudan? Lo dudo mucho, la verdad, pues a cualquiera le resulta sorprendente la primera vez.
Algunas veces, sin embargo, encuentro alguien que ha avanzado mucho en su intento de conocer. Palos de ciego, pero dando en el cadáver. Con ellos me dedico a ponerlos a prueba. Suelen ser seres considerablemente enajenados, pero nunca es suficiente. Lo bueno de no estar vivo es la facilidad para moverse en silencio absoluto. Saben que estás ahí, se eriza el vello de sus nucas, y la mayoría pierde sus convicciones racionalistas. (...) A aquellos que no lo hacen, les doy una lección que nunca olvidarán. Pero de tanto en tanto uno consigue aguantarme la mirada: ese, que ha sostenido la mirada a la burlona verdad, es el que me llevo conmigo. Pasarán la eternidad disfrutando de su propio dolor (...).
- Oh, perdona mamá. No, no estoy estudiando, tranquila. Sí, otra vez con ese dichoso juego; no entiendo qué le ves de malo. ¿No deberías dejar de ver tanto Antena 3?. -...- ¿Pero no te tengo dicho que no te creas todo lo que dicen? Oh, ¡déjame en paz!
Si el mundo supiera lo que he descubierto, yo, un mero mortal... Pero no os daré la satisfacción final del ejecutado, mis pobres ratas. Ni siquiera sabréis lo que os ha venido encima: como hormigas, ignorantes del dedo asesino que las aplastará. Ya no me queda mucho, triangularán esta posición enseguida. Pero no os daré esa satisfacción.
Patatas verdes fritas. Todas cortaditas igual, cuadraditas, y la que se escape morirá abrasada en el implacable aceite a 220ºC. A quien madruga, consuelo de tontos.
Regalo sagrado. Antena parabólica bisegmentada. Cisma: Me quiere comer, socorro! Chupad, malditas! AARGH! Negro, blanco, entonces vinieron rojo y amarillo: acertijos en la oscuridad. No tengo demasiado tiempo... ¡Llevar con orgullo el odio! Tres (no uno ni dos. El cinco está fuera de lugar). Iones azules envolviéndonos: es algo que nos rodea. La luna me ilumina en esta ciénaga: crucificadlo. Sé paciente... Y observa al tiempo cambiar.
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